La siguiente definición de CIUDAD, que asumo como propia, se desprende de una determinada posición ideológica: «La nueva ciudad debe ser una iniciativa colectiva de emprendimiento, en la que los líderes políticos, los de la sociedad civil, de la academia y de la economía, logren un pacto consensuado sobre un futuro sustentable para la ciudad, a fin de garantizar prosperidad y convivencia pacífica y de calidad a sus ciudadanos».

Claramente se entiende que la anterior definición presupone la existencia de un Estado de Derecho y de libertades públicas.  En otras palabras, de una sociedad democrática. A partir de la definición anterior, voy a tratar de pintar someramente, en tres casos específicos, el  infortunado acontecer que enfrenta una ciudad bajo un régimen autocrático.

Otra es la suerte de la ciudad en el contexto de sociedades  de orientación democrática.  En ellas se  pone mayor o menor énfasis en determinados aspectos urbanos.  Por ejemplo, unos privilegian un bosque urbano en lugar de “una operación inmobiliaria” para mover la economía.  Unos favorecen la movilidad y el uso del auto particular y otros la restricción y el control de la contaminación ambiental.  Unos priorizan la inversión en servicios de salud, mediante el aumento de impuestos y otros prefieren rebajar impuestos y así crear puestos de trabajo.  Como estos ejemplos pueden citarse muchos más que son contrapuestos en sus intenciones y efectos.  Sin embargo esas posiciones programáticas pueden coexistir en un contexto de libertades públicas y de democracia, sin que la ciudad se vea afectada radicalmente.  Otro, muy distinto, es el caso de la ciudad que existe bajo un régimen de corte autocrático.

La directa relación -y sus efectos-  entre regímenes autocráticos y ciudad ha sido patente en Berlín, La Habana y Caracas, para citar sólo tres casos notorios.

En 1949, a cuatro años de terminada la guerra,  Alemania se partió en la Republica Democrática (el Este) y la Republica Federal (el Oeste).  En Berlín, en 1961, el régimen comunista construyó un muro, de 47 kilómetros de largo y 4 metros de alto, para dividir la ciudad.  En 1989 ese muro fue derribado.  Habían pasado tan sólo 28 años (y 100 muertos), durante los cuales los dos pedazos de ciudad se habían diferenciado  sensiblemente.  Yo tuve la oportunidad de experimentar personalmente tan grandes contrastes.  En el este se habían construido “grandes bloques grises de una terrible homogeneidad y en el oeste se había producido una tipología de vivienda heterogénea y colorida”.  Para resumidamente percibir  las grandes diferencias entre ambas partes de Berlin,  vale la pena ver una foto tomada desde una estación espacial internacional, en 2017, durante la noche.  Después de 30 años de la caída del muro,  y de una deliberada inversión pública, a su favor,  la iluminación del este de Berlín sigue siendo muy distante de la del otro lado de la ciudad.

Este año 2019, La Habana cumple 500 años. El “historiador oficial” de la ciudad, Eusebio Leal, (autoridad del partido Comunista para la restauración de La Habana) admitió que “la ciudad está dañada y en decadencia”.  Ha dicho: “…quedó detenida en el tiempo… paradójicamente esto ha servido para que esté intacta… no se ha construido nada como en otras ciudades latinoamericanas, en las cuales se han demolido muchas cosas”.  Por otra parte se evidencia la existencia de dos Habanas;  la “dañada” y la “captadora de divisas”.  Según la propia CUBANET, en áreas turísticas se practica el “Este local se reserva el derecho de admisión” para evitar el ingresos de cubanos y de negros.

El caso de Caracas, que hemos presenciado los últimos veinte años, ha alcanzado dimensiones apocalípticas.  La descripción del abandono de la ciudad tomaría un largo capítulo. Son 20 años de abandono; se desechó el plan de “Rehabilitación de Barrios” y se sustituyó por la “misión Tricolor”.  Ella consiste en pintar las fachadas de las viviendas.  Unas de amarillo, otras de azul y otras de rojo.  La infraestructura de salud está en ruinas.  Desde marzo de este año ha habido cuatro “apagones” masivos que han alarmado al mundo.  Institucionalmente se desmontó el gobierno metropolitano y se persiguió y apresó al Alcalde escogido por voluntad popular.  Como decía antes, sería imposible aquí abarcar la dimensión exacta del daño causado.  Pero creo importante citar adicionalmente un caso de enorme trascendencia.

“La Ideología impregna nuestros actos más allá de la conciencia.  Es una escala de valores que nos dice lo que se supone que es más importante”

Fernando Gonzalo

Se trata del crimen cometido contra el desarrollo de  la Zona Rental  de la Universidad Central de Venezuela.  Se trata de un proyecto en una superficie de terreno de 12 hectáreas ubicado en el corazón geográfico de Caracas.  Dichos terrenos  son patrimonio de la Universidad, a través de una fundación (FFAB) y los beneficios que ella obtenga, de su usufructo, deberán ser invertidos en programas de investigación humanística, social, científica y tecnológica.

Para llevar adelante el mencionado propósito, el  Instituto de Urbanismo de la Universidad elaboró un “Plan de Desarrollo y Diseño Urbano” (1986), que me tocó dirigir.  El Plan contempla  la constitución allí de un Área Central Urbana, que por definición congrega, en torno al Espacio Público, los usos de oficinas, comercios, hoteles, centro de convenciones, terminal de transporte interurbano, así como usos de índole cultural.  Un proyecto de esta envergadura y complejidad amerita un tratamiento que no es posible abarcar en un espacio como este.  Quizá valga la pena hacerlo en próxima oportunidad.  Sin embargo, ahora, es importante destacar el hecho de que el proyecto avanzó en su implementación después de 1986, con la celebración de concursos de arquitectura nacionales e internacionales  y la participación de inversiones del sector privado; nacionales y foráneas.

Con la llegada del Socialismo del Siglo XXI,  se hizo manifiesto un sistemático saboteo a la gestión de la fundación (FFAB).  Los inversionistas tuvieron que desistir de sus proyectos y así se consumó  el crimen de lesa ciudad.  Se trata del crimen de  una ideología contraria a los fines del Plan Maestro de Desarrollo de la Zona Rental de la Universidad Central de Venezuela; el financiamiento a la investigación académica y el aporte de un Área Central Urbana para Caracas, donde el espacio cívico es protagonista.

No en balde las virtudes ciudadanas son eso precisamente: virtudes urbanas, que se cultivan en democracia y libertad. Es la democracia el mejor antídoto a los crímenes de lesa ciudad.

Puedes darle un vistazo al artículo completo en Berlín, La Habana, Caracas y sus crímenes lesa ciudad.